jueves, 8 de enero de 2009

capítulo cuatro

Don Pedro, el médico, estaba casado con doña Teresa, la maestra sin alumnos. Don Pedro llegó a la aldea cuando aún había muchas casas llenas, cuando los niños nacían a horas intempestivas, cuando la gente que ya no está se ponía enferma. Hace mucho tiempo.

Cuando hacía mucho frío para salir, don Pedro se sentaba junto a la chimenea y ordenaba los objetos que había en su maletín negro. Al acabar, lo cerraba y repasaba el tacto de sus siglas grabadas en el cuero. Mientras, doña Teresa musitaba lecciones imaginarias. Se hacían viejos despacio. Sin prisa. Por las noches leían libros en voz alta para olvidarse de que más allá de los muros de la casa sólo había silencio.

Y se querían mucho. Sin más.

Tenían un coche viejo, pero nunca habían vuelto a salir de la aldea. El coche lo utilizaba Carlos para ir y venir con los paquetes.

- ¿Pedro?
- ¿Si?
- Pedro, ¿quieres vino?
- ...
- ¿Qué te pasa?, ¡Pedro!
- Perdona, estaba pensando en otra cosa.
- Ya sé que estás pensando en otra cosa, ¿te pasa algo?
- No, no me pasa nada Teresa. Ponme un poco de vino, por favor.
- Estoy preocupada por ti; hace días que estás lejos.
- No debes preocuparte.
- Pues avísame cuando vuelvas, me gustaría estar aquí.
- ...

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