viernes, 9 de enero de 2009

capítulo cinco

Alfredo, el hijo de Antonio y Sofía, sabía hacer muchas cosas. Incluso dibujar. Una vez dibujó la cara de Sara. A Alfredo no le gustaba la tierra. Y en la aldea no había más que eso.
Tierra que los entierra.

Sofía llevaba mucho tiempo en la cama aunque no estaba enferma. Simplemente estaba en la cama, sin moverse. Apenas dormía, apenas comía, no hablaba. Pero no estaba enferma. Se levantaba los día de lluvia. Abría la ventana y se asomaba para oler la hierba mojada. Luego volvía a la cama. Quieta. Callada.

Antonio la besaba todas las noches antes de acostarse a su lado. Ninguno de los dos recordaba cuánto tiempo llevaba Sofía así.

Sofía nació más allá de puente.

Antonio subió las escaleras despacio con una bandeja de fruta y pan. Sofía sólo comería un trocito de manzana, como todas las noches, pero Antonio siempre llenaba la bandeja. Depositó la comida en el regazo de su mujer y la besó en la mejilla. Bajó las escaleras y se sentó a la mesa con su hijo.

También cenaron en silencio.
Lavaron los platos y se fueron a dormir.
En silencio.

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